lunes, 15 de enero de 2007

EL TRENTI

Parecido al Trastolillo, pues es pequeñazo, tiene la cara negra y los ojos verdes, y no le va a la zaga en lo de picaruelo y bribón, el Trento en cambio no entra en las casas, pues es duende de los bosques. Por ello, para pasar desapercibido entre la vegetación, lleva por todo vestido una túnica de hojas de castaño y musgo que se confunde perfectamente con el entorno. Se alimenta de endrinas y de maíz y bebe leche, pero no agua, que es veneno para él. En verano duerme entre la maleza fresca al pie de los árboles y en invierno se refugia en las hondonadas. Al igual que en el caso del Trento nadie sabe quienes son sus padres, pero a él no hay labrador, pastor ni leñador que no lo conozca, pues a todos los que encuentra les hace bromas.

A veces se sube a un árbol con unas chinitas en la mano y las tira sobre el follaje de los helechos cuando pasa alguien para que se lleve un susto, pues el viandante en seguida cree que aquel ruido y movimiento de hojas puede deberse a una culebra, a un jabalí o incluso a un oso.
Si es muy miedoso y sale corriendo, como suele pasar con las pastoras, el Trento se ríe a mandíbula batiente mientras las ve alejarse desde lo alto de un árbol. Si es algún valiente, se complace en quebrantarle la moral burlándose de él, pues cuando está rebuscando entre los helechos el animal causante del ruido, arroja otra china encima de un zarzal y, le echa otra en los helechos, y así lo entretiene un rato hasta que se le acaban las chinas o, incapaz de contenerse, explota en carcajadas.

Quien más lo temen, sobre todo por la noche, son las muchachas que vuelven del campo, pues se camufla entre las matas del camino y, cuando pasan, les tira de las faldas, de manera que ellas, que ya van un tanto encogidas por la hora, dan un tirón y salen corriendo imaginando que algún monstruo o mal hombre quiere retenerlas.







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