
A veces se sube a un árbol con unas chinitas en la mano y las tira sobre el follaje de los helechos cuando pasa alguien para que se lleve un susto, pues el viandante en seguida cree que aquel ruido y movimiento de hojas puede deberse a una culebra, a un jabalí o incluso a un oso.
Si es muy miedoso y sale corriendo, como suele pasar con las pastoras, el Trento se ríe a mandíbula batiente mientras las ve alejarse desde lo alto de un árbol. Si es algún valiente, se complace en quebrantarle la moral burlándose de él, pues cuando está rebuscando entre los helechos el animal causante del ruido, arroja otra china encima de un zarzal y, le echa otra en los helechos, y así lo entretiene un rato hasta que se le acaban las chinas o, incapaz de contenerse, explota en carcajadas.
Quien más lo temen, sobre todo por la noche, son las muchachas que vuelven del campo, pues se camufla entre las matas del camino y, cuando pasan, les tira de las faldas, de manera que ellas, que ya van un tanto encogidas por la hora, dan un tirón y salen corriendo imaginando que algún monstruo o mal hombre quiere retenerlas.
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