martes, 5 de octubre de 2010

muy bonito!!!

martes, 16 de enero de 2007

LA ANJANA


La Anjana es una hermosísima ninfa de medio metro de estatura aproximadamente, ojos rasgados, pupilas negras o azules y brillantes como luceros, y mirada serena y amorosa. Tiene unas largas trenzas rubias adornadas con lacitos y cintas de seda multicolores y se ciñe la cabeza con una corona de flores. Su piel es blanquísima y lleva una cruz encarnada en la frente.
Su voz es de ruiseñor y tiene alas, unas alitas prácticamente imperceptibles, casi transparentes, que la hacen parecerse a una mariposa.
Viste blanquísima túnica larga de lana fina con pintas relucientes como estrellas y larga de lana fina con pintas relucientes como estrellas y larga capa o manto azul con esclavina y pespuntes rojos y dorados, aunque en invierno la capa es negra. Lleva una vara verde de mimbre o de espino con una estrella en la punta y una botellita con un brebaje milagroso para reanimar a los enfermos. Vive en grutas recónditas que son verdaderos palacios de suelo de oro y paredes de plata. Vive cuatro siglos y transformarse en lo que desee y hacerse invisible. Ayudan a aquellos cuya conducta como persona es intachable, pues su principal ocupación es premiar a la gente que hace el bien y que es generosa. Pero l Anjana también castiga a quien la desobedece, a quien desobedece sus consejos.
También las Anjanas pueden ser castigadas por una potencia superior, sobre todo cuando se enamoran de un mortal, pues es como renegar de su esencia. Mas esto es excepcional y, por lo general, lo que distingue a la Anjana es la bondad.








lunes, 15 de enero de 2007

EL TRENTI

Parecido al Trastolillo, pues es pequeñazo, tiene la cara negra y los ojos verdes, y no le va a la zaga en lo de picaruelo y bribón, el Trento en cambio no entra en las casas, pues es duende de los bosques. Por ello, para pasar desapercibido entre la vegetación, lleva por todo vestido una túnica de hojas de castaño y musgo que se confunde perfectamente con el entorno. Se alimenta de endrinas y de maíz y bebe leche, pero no agua, que es veneno para él. En verano duerme entre la maleza fresca al pie de los árboles y en invierno se refugia en las hondonadas. Al igual que en el caso del Trento nadie sabe quienes son sus padres, pero a él no hay labrador, pastor ni leñador que no lo conozca, pues a todos los que encuentra les hace bromas.

A veces se sube a un árbol con unas chinitas en la mano y las tira sobre el follaje de los helechos cuando pasa alguien para que se lleve un susto, pues el viandante en seguida cree que aquel ruido y movimiento de hojas puede deberse a una culebra, a un jabalí o incluso a un oso.
Si es muy miedoso y sale corriendo, como suele pasar con las pastoras, el Trento se ríe a mandíbula batiente mientras las ve alejarse desde lo alto de un árbol. Si es algún valiente, se complace en quebrantarle la moral burlándose de él, pues cuando está rebuscando entre los helechos el animal causante del ruido, arroja otra china encima de un zarzal y, le echa otra en los helechos, y así lo entretiene un rato hasta que se le acaban las chinas o, incapaz de contenerse, explota en carcajadas.

Quien más lo temen, sobre todo por la noche, son las muchachas que vuelven del campo, pues se camufla entre las matas del camino y, cuando pasan, les tira de las faldas, de manera que ellas, que ya van un tanto encogidas por la hora, dan un tirón y salen corriendo imaginando que algún monstruo o mal hombre quiere retenerlas.







EL TRASTOLILLO


De entre los duendecillos hogareños nativos de Cantabria, el más conocido es el Trastolillo, llamado en algunas partes Trasgu, que vive cerca de las casas y entra en allas a hacer picardías.El Trastolillo es un ser juguetón y atolondrado que siempre está riéndose. Es pequeño y más negro que el hollín, con melenas del mismo color.Tiene cara de pícaro y ojos muy verdes, colmillos retorcidos, dos incipientes cuernecitos y un rabillo que casi no se nota. Cojea de la pierna derecha desde que una vez se cayó por una chimenea, que es por donde entra en las casas cuando encuentra los ventanucos cerrados. Viste una especie de túnica roja que se hace de cortezas de aliso cosidas con hiedra, se toca con un gorrito blanco de madera desconocida en el monte.

Todas las cosas inexplicables que pasan dentro de casa tienen por autor al Trastolillo: él tira al suelo el saquito de harina que el ama de casa deja bien alejado del borde de la mesa cuando se pone a hacer pan, él se bebe la leche que sólo hace un momento llegaba hasta el cuello de la lechera, él quema las gachas de maíz arrimando al fuego el puchero que ya había sido retirado, él hace entrechocarse los utensilios de cocina que todavía siguen moviéndose cuando uno mira sin ver a nadie, él esconde las albarcas que estaban ahora mismito a la entrada de casa y que no hay manera de encontrar, él corre las aldabas de las ventanas por la noche para que el viento las haga chirriar.

Por lo general la gente sabe que detrás de todo está el Trastolillo y ni se sorprende ni asusta, pero hay veces en que se pone a hacer bromas más insospechadas y el que las sufre ni piensa por un momento que se deban a él.
Por ejemplo, hay veces que en la oscuridad de la noche se pone a gemir quejumbrosamente y entonces toda la casa se alrma, se levanta todo el mundo preguntándose unos a otros por qué gemían, si les dolían las muelas, si estaban tristes, y se confunden sus explicaciones para al final volverse a la cama desvelados. ¿ Y qué decir de sus pícaras risitas en esos silencios íntimos que quedan cuando en la alcoba el marido le dice a su mujer cosas tiernas con vocecita de niño? - Ji,ji,ji,ji,ji. Es el bribón del trastolillo. Y, como puede imitar perfectamente la voz de cualquier animal, ya sea el maullido de un gato, el gruñido de n cerdo o el rebuzno de un asno, los sustos que provoca son mayúsculos








EL OJÁNCANO



De entre todos los seres extraordinarios que pueblan las montañas, valles y bosques cántabros... de entre los mitos que vivieron o viven en tierra española... de entre todos los monstruos que cautivan y atormentan la imaginación... de entre los ogros que atormentan a los niños y amedrentan a los hombres... de entre todos los símbolos del mal, la crueldad y la brutalidad, aquel que sobrepasa a todos por su estatura, fuerza, fiereza, monstruosidad y perversidad es el Ojáncano, salvaje habitante de las profundas y tétricas cavernas perdidas en los más recónditos parajes de la Montaña, sólo abandona su guarida por la noche... para salir a sus diabólicas y destructoras correrías.
Es el Ojáncano un descomunal gigante, tan alto como los árboles más altos del bosque y más robusto que los duros peñascos que sostienen a las montañas. Sus pies son enormes y descalzos, tiene diez dedos en cada uno, y cada dedo termina en una uña potente y acerada como pico de buitre. Sus gigantescas manos tienen también diez dedos cada una y parecen garras con uñas de pedernal .En una de ellas suele llevar una honda de piel de lobo con la que arroja pedruscos, y en la otra un recio bastón negro que puede transformarse en lobo, víbora o cuervo, los tres animales malignos amigos suyos.
La parte delantera de su cuerpo está oculta tras una barba enmarañada que le cae como una cascada sucia hasta casi las rodillas. Entre los pelos que la componen , se distingue perfectamente uno blanco que es su punto débil, si alguien logra arrancárselo el gigante morirá inmediatamente.
Su rostro es de color moreno amarillento y aparece realzado por una variopinta variedad de verrugas. La boca tiene dos filas de dientes de varios colores en cada mandíbula, y unos labios gruesos y peludos. La nariz es enorme y tan saliente que sirve de percha al cuervo cuando se acerca para contar al Ojáncano lo que ha visto desde el aire. Encima de ella, bajo una tupida ceja, cubierto por un párpado rugoso salpicado de puntitos azules se abre el ojo del gigante, ojo enorme y brillante, de mirada siniestra, que lo ve todo por muy distante que esté, ojo que hay que cegar para poder acercarse a arrancar el pelo blanco de la barba.
El Ojáncano no vive solo en su cueva, sino con la Ojáncana, un monstruo incluso más feroz que él. De aspecto similar al de su compañero pero con dos ojos cubiertos de legañas, carece de barba aunque también es muy peluda, de su cabeza cae una larga cabellera estropajosa que le cubre toda la espalda. Es chata, de belfo caído, y tiene dos colmillos afiladísimos en espiral con los que despedaza a los niños. Pero lo más característico de la Ojáncana son sus pechos enormes y rollizos que le cuelgan hasta el vientre, de modo que cuando corre enfurecida, se los echa por encima de los hombros para que no la estorben. No son símbolo de un verdadero sentimiento maternal, pues la Ojáncana no se reproduce y además es incapaz de experimentar cualquier tipo de afecto. Con ellos amamanta mediante sangre a los gusanos que se convertirán en Ojáncanos y Ojáncanas.